Cómo Olivia salvó a una familia
[Anastasia Karaseva]
Érase una vez, hace muchos años, una familia muy pobre cuya vida era terrible. En verano y otoño recogían la cosecha de lo que sembraban en el campo y vendían fruta y legumbres en el mercado local. Los inviernos eran muy duros para ellos porque no tenían suficiente leña y su casa era muy fría. Simplemente sobrevivían.
En la familia eran cuatro: María, la madre, Ramón, el padre, y sus dos hijos, Consuelo y Rodrigo. Años atrás, Ramón había sido minero, pero un día empezó a tener problemas de salud a causa de una enfermedad respiratoria. Por ese motivo ya no pudo ganarse la vida bajando a la mina y tuvo que dejar el trabajo. Desde entonces únicamente ayudaba a su esposa en casa. Consuelo y Rodrigo no podían estudiar, ya que la familia no tenía suficiente dinero para comprar libros ni uniformes escolares.
Así pasaban los días hasta que una tarde de verano apareció en su patio un anciano. La familia no cerraba el patio, ya que no tenían nada de valor allí, y la casa de Ramón y María no tenía interés para los ladrones. Fue entonces cuando entró el anciano para pedir un vaso de agua y un poco de pan. La humilde familia se disculpó por no poder darle algo más sabroso, por la simple razón de que no lo tenían. Una cálida sonrisa surgió en la cara del anciano y en aquel mismo momento todos se dieron cuenta de que no estaba solo.
Una niña de piel y pelo dorados iba cogida fuertemente de la mano del aquel anciano. “Soy Olivia”, dijo ella. Al mismo tiempo el anciano, sin decir su nombre, abrió un saco pequeño, del que extrajo unas frutas verdes exóticas, que ofreció a todo el mundo.
Nadie había visto unas frutas como esas antes y su sabor y sensación en el paladar gustaron muchísimo a toda la familia. Las comieron todas, dejando solo los huesos. En ese mismo momento, el anciano echó todos los huesos a la tierra. María y Ramón se quedaron muy extrañados, pero decidieron evitar cualquier discusión con el anciano. Cabe decir que aquel verano era muy seco y casi no crecía nada en el patio de aquella casa, por lo que María pensó que nada podría crecer en esa tierra seca. Pero como era una mujer muy bien educada y respetaba a las personas mayores, decidió no decir nada. Mientras ella reflexionaba sobre todo esto, el anciano la interrumpió para decirle que al día siguiente llovería. Ni ella ni los otros le creyeron. “Sí, sí –continuó el anciano–, lloverá y vuestro patio estará cubierto de oro mañana por la tarde”.
Tal vez el anciano tenga una insolación, pensaron Ramón y María. “¡No!” –exclamó el anciano como si les oyera. “Aunque tengo noventa y siete años, no estoy loco”. En aquel mismo momento María se sintió avergonzada.
El anciano continuó: “¡Os repito que mañana por la tarde tendréis toneladas de oro aquí mismo! Pero con una condición: Olivia debe quedarse aquí con vosotros... Ella no tiene padres y yo soy muy viejo para viajar a pie con ella”. La humilde familia aceptó sin pensarlo a la niña con el pelo dorado. Y mientras empezaban a hacerle preguntas, el anciano desapareció.
Al día siguiente hizo muy mal tiempo. Nadie supo de dónde llegaron las nubes, pero llovió todo el día. Ramón y María olvidaron la visita del anciano y solo pensaban en cómo salir adelante con un niño más en casa. Olivia estaba sentada en calma cerca de la ventana con una sonrisa muy sincera en su pequeña cara.
Pasadas las cinco de la tarde dejó de llover y salió el sol. Toda la familia salió al patio a disfrutar del calor. Nadie podía comprender cómo el paisaje había cambiado por completo en tan poco tiempo y, para mayor sorpresa, en lugar de tierra y árboles secos había un conjunto de olivos. Todos los árboles eran del mismo tamaño y estaban llenos de aceitunas. María y Ramón sabían que aquellos árboles suelen crecer muy lentamente y lo que vieron les sorprendió mucho.
El matrimonio no podía creer lo que veían sus ojos. En aquel mismo momento recordaron las palabras del anciano que decían que su patio estaría cubierto de oro. Su vida cambió de repente. Ya no tendrían que sobrevivir ni vivir en pésimas condiciones nunca más. Por una parte, hay que decir que los olivos y su aceite ayudaron a Ramón a superar su enfermedad, puesto que de los olivos no solo se obtienen productos de alimentación sino también de medicina. De todas maneras, Ramón no quiso volver a trabajar como minero, por lo que abrió una empresa que producía aceite de oliva y le puso por nombre “Santa Olivia”, en honor a su hija pequeña.
Sus niños recibieron una buena educación y, al terminar sus estudios universitarios, empezaron a trabajar en la empresa de su padre. María también comenzó una nueva vida ayudando a su marido e hijos.
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Actualmente, en lugar de aquel pequeño pueblo existe una ciudad valenciana a orillas del Mediterráneo llamada Oliva, en cuyo emblema figura un olivo. Es una ciudad bastante pequeña, ya que solo tiene unos treinta mil habitantes, y un lugar muy hermoso, que muchos turistas visitan cada año para bañarse en sus limpias playas de arena blanca. Oliva también tiene montañas y muchos naranjos, y es muy conocida por sus monumentos históricos de la época del Renacimiento. Entre ellos destacan iglesias. Una de ellas es la Iglesia Santa María. ¿Tal vez se llame así en honor a nuestra protagonista?
Cada año, en septiembre, en Oliva se celebran festivales de productos hortícolas y vino. Miles de turistas se acercan hasta esta pequeña población para participar en el festival y comprar los mejores vinos y aceites de oliva. Cabe mencionar además que en otros países del Mediterráneo existen ciudades con este nombre, concretamente en Grecia e Italia.
Desde hace muchos siglos, los olivos proporcionan productos saludables y alimentos a gente de todo el mundo. Es interesante saber que este árbol también se encuentra en países de Sudamérica como Chile y Argentina. Pero España es el primer productor mundial de aceite de oliva, por lo que el aceite de oliva es uno de los productos agrarios que España ha exportado desde siempre y por su riqueza es llamado el oro del campo.
Podría parecer que producir y cosechar este producto es algo muy sencillo, pero no es así. Solo para producir un litro de aceite de oliva son necesarios entre 4 y 5 kilos de aceitunas. También hay que recordar que el aceite de oliva es un producto muy delicado, ya que al contrario que otros productos naturales como el vino, este no mejora con el tiempo. Debe consumirse cuanto antes, durante el año siguiente a su producción.
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Por último, teniendo en cuenta que actualmente en el mundo hay tantos conflictos militares, quisiera mencionar que el olivo, al ser uno de los árboles más viejos de la Tierra, siempre ha sido un árbol muy simbólico. En la historia antigua lo consideraban el símbolo de paz y amistad. Todos sabemos que una paloma con una rama de olivo es interpretada como una representación de la paz, y no solo a través de antiguas tradiciones sino también gracias al pintor español Pablo Picasso, quien creó este símbolo mundialmente conocido en 1949. Y desde entonces su paloma sigue volando por el planeta, tratando de ayudar y evitar conflictos mundiales, que tanto daño causan.