La deidad y el viajero

[Nox Dea]

Él entró a la pequeña casita, parecida a una choza por el tamaño, y advirtió que alguien pequeño debía vivir ahí. Dijo "hola" repetidas veces pero solo se escuchaba al viento mover las plantas y los llamadores de ángeles. Se acercó a la mesa alargada más cercana, había potes de pócimas como en las películas, humo de incienso y dos libros muy fuera de lo normal de tonalidades marrones. Cuando empezó a abrir la tapa de uno de ellos, ilustrado con un olivo, escuchó pasos apresurados y se puso firme.

–No debería tocar cosas ajenas, joven –le dijo una anciana que medía la mitad de lo que medía el hombre.

Él la miró con sus ojos abiertos, estaba sorprendido ya que las llamadas brujas hogareñas ya no abundaban.

–Me llamo Aldair, un gusto, soy... –pero antes de que terminara de hablar, la mujer mayor lo interrumpió.

–Ya sé quién eres por tu aspecto, un viajero.

–Algo parecido. Estoy buscando este bosque peculiar –dijo desdoblando un mapa artesanal colorido. La señora se ajustó los lentes.

–Dame unos minutos.

–Sí.

La ancianita se fue arrastrando sus pies al caminar hasta una puerta. Aldair respiró profundo y miró el techo; el lugar le aportaba paz. La vieja regresó.

–Viniste al lugar correcto –le dijo, como si él fuese alguien especial, y prosiguió.

–Voy a guiarte al bosque, pero debes saber que no es un bosque cualquiera, es un bosque en una isla, han ido miles de viajeros y la mayoría no ha vuelto, puede que se hayan perdido pero el bosque es tan inmenso que el gobierno no desea interceder. Si tú vas debes firmar un papel donde diga que estás de acuerdo con los riesgos que corres. Aquellos que han regresado cuentan cosas muy estrafalarias y fuera de lo común.

–¿Como cuáles?  –preguntó asustado.

La señora respiró profundo con un rostro preocupado

–Muchos dicen haber visto a una diosa, han quedado encerrados en un manicomio, pero no quiero darte tantos detalles pues deseo que vayas, ya que teniendo mi guía dudo que pueda pasarte algo. El resto de los mochileros no han tenido la sabia decisión de acudir a un guía para tal lugar, apenas se han molestado en averiguar algunas cosas sobre el sitio.

–Una diosa… suena interesante.

Esa noche, el aventurero arregló su gran bolso con todo lo necesario junto a la anciana Galen, que preparaba también el suyo.

En la mañana arribaron a las orillas con sus pertenencias. Aldair estaba entusiasmado, pero vio el vehículo y se sintió sorprendido.

–¿Viajaremos en esa vieja chalupa?

–Sí.

–Yo puedo alquilar una lancha.

–Yo te guiaré, así que sigue mis reglas.

–Está bien, pero por qué, dime.

–Sube.

Había pasado una hora desde que habían subido junto al marinero Albano. Galen decidió hablar con Aldair.

–Suponiendo que la existencia de la deidad es real, ¿crees que los dioses aprecian la tecnología moderna? Es mejor entrar a sus tierras con humildad.

–Exponemos nuestra salud e integridad al hacerlo. ¿Cuánto tiempo de viaje tenemos? Además, tú estás muy vieja, Galen...

–¿Qué edad crees que tengo?

Tras el largo silencio de Aldair, la señora dijo:

 

–El año que viene cumpliré doscientos, tendrías que confiar en la sabiduría de alguien que ha logrado vivir tanto...

Aldair quedó asombrado y el relajante paisaje pronto lo sumió en una serena calma. Tras unas horas, Galen le dijo a Aldair:

–Voy a contarte una historia... La historia de una mujer de sociedad, que no descuidaba, por serlo, su mundo interior. Debió separarse de su marido, quien tuvo que ir a la guerra. Ella pasó sus años en soledad y en ese tiempo convirtió el dolor en magia, se instruyó sabiamente y creó templos de sabiduría en su conciencia. Parecía en su semblante envejecer por dentro.

Las aguas chocaban unas con otras, Aldair temía que luego de aquella calma, viniese la tormenta. La noche era natural y el oscuro azul del cielo reinante era todo lo que había, pero era difícil que la melancolía dominara, el paisaje no tenía comparación. Mientras se acercaban a destino, Galen continuaba la historia.

–Cinnia comenzó a viajar a lugares cercanos a su castillo y los criados pensaban que por momentos ella volvía a sonreír. Esos largos paseos a veces duraban un día entero, volvía entrada la noche con la cofia en su cabeza, su capa marrón y vestido azul oscuro de la carroza. Ya no solía hablar más del esposo, más bien se retraía a un mundo misterioso en el que nadie podía socavar.

Mientras Galen hablaba, el marinero vislumbraba la isla llena de vegetación y comprobaba en el mapa que estaban en el lugar correcto. Galen guardó silencio, pues oyó un temblor casi imperceptible, como la pisada de un gigante a los lejos. Aldair y Albano estaban asustados y Galen seria. Estaban todos alertados; después de un rato, Galen siguió hablando, pero en voz más baja.

–Un mensaje en una flecha fue disparado a la ventana de la habitación de Cinnia. Ese mensaje informaba de la muerte de su marido Aldair. Cinnia gritó horrorizada e incrédula, como aceptando en su corazón esa noticia pero negándola en el resto de sí misma para intentar conservar la calma. Tomó la parte baja de su vestido azul verdoso oscuro y corrió por los tres pasillos enormes pero laberínticos de la parte superior. Los criados y criadas se alteraron queriendo interactuar con la mujer, que estaba fuera de sí. Cinnia pisó el primer peldaño de la escalera acaracolada y bajó sin respiro hasta cruzar el gran living y llegar a la puerta principal. Las criadas encontraron el papel tirado y lo leyeron. Cinnia miró por última vez la casa y se fue perdiendo para los ojos de sus sirvientes en esa tarde de cielo con aspecto tempestuoso. Dos grandes lágrimas surcaban las mejillas de Cinnia mientras el rumor de la muerte se difundía en la gran mansión. Cinnia corrió desesperada entre los matorrales y los pastos se volvían cada vez más abundantes a su paso. Las ramas rasparon su rostro, ella se adentraba al gran bosque con su angustia contenida en el pecho.

–¿Por qué nos cuentas esta historia? –preguntó Aldair.

Antes de que Galen contestara, una avispa de mar asomó a la superficie del agua. Aldair se acercó para verla, pero Galen le alertó sobre el peligro que representaba tal criatura. Entrada la noche, miles de ellas brillaban en la oscuridad del crepúsculo. Aldair se percató del peligro, dejaron de remar de inmediato y se quedaron quietos aguardando a que se disiparan.

–Ya es de noche y debemos descansar –dijo Galen.

Galen se quedó de pie sobre el resplandor de las medusas venenosas. El viento y el silencio entramaban un himno de belleza infinitamente sublime, aquella noche presagiaba con su luz oceánica algo tan impredecible como increíble. Mientras Aldair y el marinero dormían, Galen presenció cómo algo espantaba a las medusas venenosas; parecían hilos, pero Galen sintió que tenían vida y que no eran parte de algún animal salvaje desconocido.

En la mañana Galen prosiguió con su relato:

–Cinnia se rasgó la parte superior del vestido, tuvo que quitarse los zapatos para saber dónde pisaba y la parte inferior de su atuendo se ensució con lodo. Su cabellera estaba despeinada. Estaba quebrada en llanto al adentrarse al bosque. Gritó de bronca. Se tiró al suelo y miró al cielo. Se durmió y despertó con los párpados rojos e hinchados. Volteó la cabeza y se sentó; al hacerlo, vio un pequeño frasco de vidrio que parecía tener luz propia. Ella se acercó como anestesiada por el descanso. Abrió el pequeño envase y se sorprendió al ver a una mujer de aspecto gitano. “Escuché tu lamento”, dijo la gitana. Cinnia observó extrañada. “¿Has olvidado a tu guía, a tu mejor amiga?”.

 

–¿Tenía como amiga a una bruja gitana siendo una mujer de clase? –preguntó Aldair asombrado.

–Sí, continuo la historia. La bruja se llamaba Gaelan.

Aldair se quedó petrificado, se preguntó si la vieja realmente tenía doscientos años o más.

–La gitana consoló a Cinnia y le dijo: “Usa este aceite en tu cabello a menudo y encontrarás tus deseos hechos realidad. Es aceite de oliva, pero no cualquier aceite, este frasco lo he encontrado en una montaña sagrada, es posiblemente un regalo de los dioses. Dale un buen uso”.

Los días pasaron y ella puso el aceite en su cuero cabelludo; crecía sin parar, tanto que sus energías físicas se agotaron. Su cabello cubría ya la mitad del bosque en una semana. Los árboles del bosque contemplaron a la mujer taciturna de anhelos mientras la luna se elevaba con esplendor mostrándose entre la copa de los chamanes antiguos de donde nace la madera. La ya consagrada sacerdotisa del bosque podía moverse poco, pero sus energías divinas se duplicaban. Los árboles sincronizaron sus latidos de vida para unir el espíritu del bosque a los de la señorita. El cabello abarcaba todo el bosque entonces. Estoy segura de que al tiempo que ella buscaba huir de su dolor, el bosque seleccionaba a una guardiana, ya que esos lares eran víctimas de cazadores y personas que en vez de usar las propiedades de las plantas, sobreexplotaban con fines codiciosos el lugar. Las últimas palabras que se oyeron de labios de la mujer fueron “Volveré a verlo”.

–Esperen –dijo Aldair algo agitado por el pánico.

–Las aguas tiemblan por el corazón de alguien no muy lejano. La madera que nos conduce… está siendo arrastrada… hacia la isla ¡por redes de cabello! –dijo con el entrecejo torcido de nervios.

Habiendo llegado a la isla, Galen parecía muy cansada y fatigada.

–No puedes abandonarnos ahora Galen, recién hemos llegado, y la diosa es real, necesitamos de una bruja que nos lleve al centro del bosque –dijo Aldair perturbado.

–Esta es mi última misión/reto en mi vida. He prolongado mi existencia por un capricho o por orden del destino. Durante siglos, he visto a Cinnia llorar a través del óvalo de cristal, ¡tanto en sueños como en persona! ¡He dado vida a tanta magia alquímica! El marinero se quedará conmigo o regresará a su tierra, yo me quedaré aquí. Ve a complacer los deseos de la diosa por que te ha elegido a ti sin duda. No tengas miedo, Aldair.

El eco de un susurro divino se esparció por toda la isla. Aldair intento recordar quién fue en su otra vida, pero fue en vano así que se llenó de coraje y se adentró en el bosque mientras Galen, en brazos de Albano, se rejuvenecía irradiando una luz blanca de partículas moviéndose. Aldair miró por última vez a Galen, se preguntó a qué destino se dirigía, si todo eso no era un sueño extravagante. Una presencia exuberante pero invisible pareció haberse regocijado, por que todos los árboles vibraron, los pájaros se escandalizaron y un leve temblor invadió la tierra. Aldair sentía escalofríos. “No temas”, dijo claramente una voz femenina. Aldair quiso retroceder, pero se dio cuenta de que estaba muy adentrado en el sitio. Avanzó y su rostro y cuerpo estaban transpirados. Los árboles se juntaban más a medida que el seguía, era una señal de que probablemente estaba llegando a donde tenía que llegar. Los olivos estaban muy amontonados y en la tierra había cabello negro. En el centro de varios árboles había un frasquito vacío. Aldair se puso serio, pero se metió aún más. El cabello estaba en la copa de los árboles, enrollado en los troncos, en todos lados y moviéndose, parecía tener vida propia. Aldair vio que todos los mechones de cabello conducían a la deidad, era ella, la bruja de la que Galen habló, la transmutación de Cinnia, Moira, quien parecía dormida por que tenía los ojos cerrados. Estaba como recostada sobre la nada y sus miembros parecían flotar levemente. Una luz blanca radiante nacía de ella, que tenía pezones casi del mismo color que su piel. Una fina y transparente tela pequeña cubría casi del todo sus caderas. Sus manos y brazos estaban abiertos y sus piernas juntas. Sus pies parecían posados sobre algo no visible. Aldair se acercó asombrado por tanta belleza, no sabía si despertarla o permanecer allí indefinidamente para apreciarla.

–Hola... Cinnia... Moira –dijo inseguro.

Se acercó a ella y tocó su cabello. Moira abrió sus ojos y tocó el corazón de Aldair. Entonces él recordó su pasado, entró en trance y a medida que los recuerdos transcurrían, iba asimilando que Aldhair, el marido de Cinnia, era él.

 

–Aldhair –dijo la deidad sonriente.

Se miraron largamente, como reconociéndose. Se besaron, el cabello de Moira envolvía el cuerpo de su amado mientras desaparecía.

–He esperado tanto tiempo para verte, he manipulado tantas almas y cuerpos vacíos para hallarte, he contradecido los límites de las formas y de la vida y del largo sueño de belleza despierto para ver regresar a mi amado. Ahora puedo dejar de ser este híbrido. Todo este tiempo he vivido aquí por el deseo que nació hace muchos siglos, pero la mujer y la diosa que tanto han indagado al universo por el amor, ya no tienen por qué permanecer aquí. Te amo, me libero.

Moira desapareció y los árboles crecieron inmensamente aquel día, todo estaba ya impregnado de gracia.

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